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Wednesday, May 28, 2008

Ana y el equipaje pesado

Hace algún tiempo, que parece más lejano que cercano, Ana llega al aeropuerto de Barajas, llega temprano y empieza a fumar un cigarro, nerviosa, le tiemblan las piernas y siente frío, mira con ansiedad su reloj una y otra vez, chequea la llegada del vuelo que espera en la pantalla, está atrasado en veinte minutos, sale y vuelve a fumar otro cigarrillo. Vuelve cuando la pantalla desplega un "arribado" y el minuto del reencuentro se acerca. Éste será un reencuentro decidor, con toques de definitivo, de acuerdo a lo que hoy en día se considera "definitivo", y Ana prepara la espalda para cargar con un equipaje que no es de ella, que no le corresponde, y en ese preciso momento Ana tiene una de las millones de oportunidades que tuvo, tiene y tendrá de HUIR.
Hoy, también hay frío, y Ana se reinventa ese momento en su imaginación, en que pudo haber salido corriendo del aeropuerto sin haberse visto las caras con Alberto. Momento en el que pudo haber logrado huir definitivamente, quizás, del lado de Alberto, que no sabe si le ama, si sólo le gusta follar con él, si sólo le cae bien, o incluso si siente lástima por él, o quizás una mezcla de todo ésto y muchísimas cosas y arquetipos más .
Hoy Ana abre el clóset y ve todo el equipaje que debe cargar incluyendo a Alberto como una maleta más, y duda... duda de todo, pero al final del túnel SÍ ve una esperanza: mientras ella pueda huir, y no tomar como equipaje (de ella) más de lo que puede cargar, todo está bien, total siempre, todos los días, cuando ella quiera, puede siempre decidir HUIR y ejecutar su HUIDA.

Tuesday, April 01, 2008

Ana y su muda sinceridad

Son las 5 de la mañana, Ana abre los ojos y se encuentra en los brazos de Alberto, así, como en cualquier película romántica blanco y negro, evidentemente no siente frío y no sabe por qué se despierta. Al abrir los ojos y estar conciente de su ubicación en el espacio, mira a Alberto que está a tan sólo centímetros de su rostro durmiendo profundamente y le dice dentro de su cabeza, con absoluto silencio: "El otro día, cuando te dije que iba a salir a festejar por allí, así lo hize, pero entre que salí de mis trámites y llegué a la fiesta, me acosté con otro, pero eso no cambia nada, fue un paréntesis, para ayudarme a mi misma a perdonarte por lo que has hecho y lo que no has hecho". En todo caso, Ana vuelve siempre a casa, en silencio se confiesa, y todo sigue su curso.
Ana se sienta semi desvestida frente a su amante, que no es su amante propiamente tal, porque no tiene sentimientos involucrados con él, salvo una gran simpatía y empatía en cuanto a formas de comportarse detrás del escenario. Fuma un cigarrillo y le comenta: "hace varias semanas tenía ganas de ésto... y los últimos días ya no podía estar tranquila pensando en lo pasiva que he estado, ésto no cambia nada, sólo me relaja" y bebe un trago de Gin. Él le responde que se siente igual, que necesita de vez en cuando salir de su rutina, si total, eso no significa que uno deja de querer a la persona con quien comparte su vida y pone su blackberry en mudo.
Ana y Tomás se distraen un rato, en algún lugar de la ciudad, donde no los conoce nadie, en calles por las que nunca transitan. Juntos dejan llevar ese secreto que comparten y Ana goza de principio a fin de hacer algo ella sola, de no tener que contarlo, de faltar a la moral. Ana se ducha, hace un par de llamadas telefónicas, se viste y se muere de la risa, comenta: "Tomás, yo disfruto todo ésto de principio a fin, y después quizás más", él le responde: "El que solo se ríe, de sus maldades se acuerda". Tomás lleva a Ana a su fiesta, y allí se despiden, volverán a hablar cuando el destino lo diga o necesiten tener un secreto para no contar.
Después de la fiesta, Ana llega a casa... no huele a nadie, sino que a humo. Total, lo que pasó ya pasó, no hay nada que una ducha no se lleve, y Ana reflexiona que lo que ha hecho no interfiere en sus sentimientos hacia Alberto, y él no tiene por qué saber lo que Ana hace cuando él no la ve.

Sunday, March 09, 2008





Ana y "me cago en el matrimonio"


De que Ana es mala sin conciencia alguna, algunas veces, lo es. Quizás y hasta derepente se le pase la mano, pero perdió la capacidad de asombro siendo muy chica y nació con los ojos abiertos a la maldad inherente del ser humano común y corriente.
Ana y su insatisfacción por haberse quedado encerrada toda la semana. Desde hace varios días Ana supo que Tomás se había casado, pero el descarado no le dijo ni chú ni múh. Ana tuvo el deseo de verlo, de dejarse llevar y listo, sólo por diversión, pero como no pudo salir, nada pasó.
Hoy Ana piensa que Tomás es muy guapo sin lugar a dudas, es muy bueno, y es muy divertido en su lado B. Es una tentación para cualquiera que aprecie lo que es bueno. No le conoce demasiado como persona, sólo como instrumento de placer, Ana recuerda un par de conversaciones de "amigos" con Tomás, las que no han de ser largas porque para ella es inevitable pararse frente a él sin bajarle los pantalones, y él no puede evitar estirar las manos.
Desde que Tomás se casó Ana no le ha visto, por motivos de horario más que nada, no porque no le tenga ganas. Ana mira las fotos de la boda de Tomás y los proyectos de Tomás... sin menospreciarlos, Ana estalla en una carcajada maléfica y grita "me cago en el matrimonio". La novia es fea de cara, obvio que le iba a encontrar alguna falla, "debe tener buena pega y venir de una familia medio acaudalada" o Tomás es muy imbécil en la vida real. Ana se contenta con saber que anda en cosas cochinas y secretas con él, que en algún otro momento saltará la liebre. Ana le agradece a Tomás por calmarla cuando ella necesita sentirse mejor.
Tomás es la clase de amante que no es amante, sino que una cana al aire de vez en cuando. No es amante, porque no es objeto del amor u enamoramiento de Ana. Ana sabe de "amantes". Tomás es más bien un pecadillo que hace las veces de parche frente a heridas reales o imaginarias. Ana jamás delataría a Tomás, porque le tiene cariño, y aunque se muera de la risa de la pobre boba que cree tener un marido ejemplar, Ana siente pena por ella por creer que el mundo es perfecto, pero a la vez siente envidia de su tranquilidad y la confianza que le entrega a éste hombre que oculta a un infiel crónico.
Ana ve las fotografías y le será siempre fiel a Tomás, en el sentido de que jamás cometería una torpeza o indiscresión que pudiese arruinar o tocar siquiera su vida real y personal. Ana guardará para siempre a Tomás dentro de sus propios recuerdos, para no ofender ni hacer suspicáz a Alberto. Tomás será el eterno secreto de Ana. Porque mal que mal, cuando Tomás se aplica siempre funciona, ambos están en la posición en que tienen que funcionar si se juntan y no hay espacios para errores, también se escuchan y se aconsejan mutuamente. No hay dramas ni otras latas.
Ana se levanta medio mareada y repite "me cago en el matrimonio", anoche se le pasó la mano con el trago y hoy sufre las consecuencias. Ana se siente conforme con su secreto, sentimientos y hasta echa de menos a Alberto.

Tuesday, February 05, 2008


Ana y cuando los amantes se casan
Tomás telefonea a Ana a raíz de un mensaje en esas comunidades online que hay, y le dice que sí, que es cierto, que hace poco se casó, Ana se muere de la risa, solamente, y le responde lo que le tiene que responder, una frase para reírse, Ana no sabe y no puede ser grave con sus amantes. Ambos lanzan carcajadas. Ana es tan relajada, es como el viendo con Tomás. Ambos se conocen desde hace algunos años y nunca han pasado la noche juntos, porque siempre han ido al grano, al meollo del asunto, y de eso no ha pasado. Alguna vez, quizás, a lo lejos, Ana le ha pedido un consejo "de hombre" a Tomás, y éste se lo ha sabido dar. Ana ha huido desesperada a los brazos de Tomás cuando lo ha necesitado para encaminar su rabia, y eso no más, pero también han estado juntos simplemente por el placer de hacer por hacer. Ana no sabe bien qué vez ha sido la más sabrosa. Todas han tenido un sabor peculiar, y algunas dentro de tanto placer han tocado fondo con el dolor y el abandono. Pero ella siempre ha sabido disfrazar la pena de alegría, el amor de locura y la rabia de indiferencia.

Y ahora Tomás ya no es soltero en los papeles, Ana sí, y vaya por Dios que lo será por siempre! Ana y un amante que se le casa. Ana y su alergia por el matrimonio. Ana y el meditar sobre el ser de profesión soltera. Así nunca compartirá lo poco y nada que arrastra. Su vida entra en bolsito de gimnasio, se puede mandar cambiar a la punta del cerro cuando ella quiera. No tiene ataduras, no tiene raíces y no tiene papeles.

Ana, muchas veces, se echa de menos a ella misma. Ana recuerda con cariño cuando deambulaba sola por los caminos de la vida. Ana y sus planes ficticios, y sus sueños, y sus black outs.
Ana y sus amantes, esa lista que parecía infinita, con puros nombres que pasaban sin penas ni glorias.

Ana se mira al espejo, está chascona, pero su pelo huele bien, y se dice: "pues bien, por hoy cerramos los libros, y a dormir!"
Se tomará dos pastillas para dormir, y despertará mañana, en otro planeta, un planeta que ella desconoce cada mañana. Donde amantes, amigos, enemigos, conocidos y desconocidos se casan y se descasan. Engañan y son engañados. Ana y su lucha por la verdad, para ella misma.

Ana deja a Tomás en carpeta. Tomás deja a Ana en carpeta, un día cuando tengan tiempo y Ana tenga rabia, se dejarán caer en alguna cama, de algún motel, con alguna mentira u omisión. Y definitivamente, a Ana le importará un carajo que Tomás tenga papeles, anillo o sacramento de casado. Porque Ana es así, le importan un carajo los imaginarios sociales, ayer, hoy y ojalá que siempre!

Monday, February 04, 2008

Ana y el inmenso vacío

Ana se ha fumado sólo dos cigarrillos hoy día y tiene jaqueca, ella piensa que es por no pensar, por no leer, por no escribir, por haber estado demsiado ocupada vendiéndose al sistema. Ana tiene calor, tiene desidia y no sabe qué hacer con tanta soledad, desocupación y despreocupación.
Ana se ha quedado nuevamente sola, es decir, Alberto se ha marchado, como de costumbre por unos cuántos días; ha prometido que esos días pasarán rápido, pero Ana se le ha quedado mirando con cara de nada, y como una niña pequeña ha agitado la mano para decirle "chao", no ha dicho nada más, y se ha quedado dormida, como una piedra. Ha despertado sola, ha despertado con ella misma y ha andado todo el día en pijamas, pero sí se duchó.
Hoy no ha tenido nada que hacer salvo dejar limpio el piso que comparte con Alberto, ha dejado la puerta cerrada y se ha vuelto a su cuchitril, a ese donde se siente tan segura, y donde ha sobrevivido a tantas penas, ha encendido la televisión, se ha encerrado con pasteles y jugo de naranja en abundancia, Ana no piensa cocinar, sólo come cuando tiene hambre.
Para entretenerse y mover las dos neuronas que tiene despiertas se ha dedicado a leer libros y hacer ejercicios de expresiones idiomáticas en inglés, ha dejado atrás cualquier cosa que tenga que ver con un pensamiento más elaborado o leer a autores demasiado complicados, no le interesa por hoy el nihilismo, ni el existencialismo, ni nada. Sólo quiere mantener moviéndose a sus dos neuronas, con tal de que uno de éstos días, a ver, y se come a su amante favorito, porque la desidia no le da a Ana como para enfrentarse a lo nuevo, y menos, como para reestablecerse de una decepción en la cama.
Ana siente un infinito vacío, porque está sola con ella misma, y para variar, no sabe nada de nada de nada... y de nada!
Ana algún día recuperará a Ana.

Wednesday, January 16, 2008


Ana y el tedio



Ana no ha fumado un solo cigarrillo hoy, lee los diarios y aprecia a lo lejos cómo se han derrumbado las bolsas en Latinoamérica, ve cómo se levantan las ventanitas del messenger, con los rostros de hombres que se ha follado en más de alguna ocasión, sonrié cuando piensa en ellos y cómo follaron alguna vez, y también se contenta en saber que se puede tener relaciones con hombres sin tener que sufrir, ni gastar minutos del teléfono, ni escribir cartas de amor; pero no les saluda, ni ellos a ella, en realidad Ana aparece como no conectada. Recuerda cuando era sola, y cómo se ponía nerviosa cuando ya pasaban más de dos semanas sin tirarse a alguien, al final optó por follarse sólo a los que ya conocía y no apostar por rostros nuevos. Ana y su soledad, su independencia y su futuro incierto.
Ana sabe bien que hoy llegará Alberto, no se han visto en una semana, él viene de París, Ana sabe que Alberto no le traerá ningún regalo, hablaron día por medio, y sólo lo llamó por compromiso y por lo mismo le contestó sus llamadas y mensajes, en realidad Ana no quería saber de él, no quería hablar de él, pero sólo lo hizo para mantener su amistad con Anita, que está perdida, durmiendo, semi inconciente en algún lugar, cansada, ciertamente. Ana ama a Anita, aunque se enoje con ella, y la deteste, a ratos, es el alma del poco corazón que a Ana le queda. Ana y la soledad se llevan bien, cuando Anita no está.
Alberto en sus reuniones de trabajo, demasiado ocupado como para pensar que quizás a Ana le gustaría tener algo de éste viaje, pero tiene tan poco sentido común el hombre, que para él es de lo más normal que hay llegar con las manos vacías. No piensa que Ana quizás le gustaría tener un bolso nuevo, o un pañuelo. Alberto no sabe que Ana adora la forma en que las francesas usan con tanta gracia y en cualquier ocasión un pañuelo en el cuello. Ana tiene el cuello largo y ella ama eso de ella misma, sabe que un pañuelo del color adecuado le acentaría muy bien, y le agradaría vérselo puesto frente al espejo.
Ana se acuerda cuando con entusiasmo le escribía a Alberto para decirle cualquier tontera, lo que más echa de menos es eso de sentir ganas de escribirle a Alberto, de hablarle, de verle. ¡Joder! se dice Ana frente al espejo mientras se hace la manicure francesa, y con esa sóla palabra expresa el tedio que le provoca la idea de encontrarse con Alberto, de hablarle, de verle, en realidad Ana está sin palabras, no quiere ni tiene nada que contar, no sabe de qué hablará si Anita no aparece ipso facto, Ana sólo quiere ver televisión, leer, dormir, trabajar un rato y repetir esa rutina, ni siquiera quiere tirarse a algún otro tipo.
El tedio se apodera de Ana, ni un cigarrillo, ni un Martini, ni un café, ni la noticia de que se ha ganado un millón de dólares serían capaces de animarle un poco.
Anita debe apurarse, si no, el teatro se les caerá de una sola vez, porque con el genio que trae Ana hoy día, no pasa nada.

Friday, January 11, 2008

Ana y el no tener idea de nada
Ana camina de un lado para otro y se dice "no!", no a pensar en ser infiel, no a pensar en lo que pasa al otro lado de la línea donde Alberto está, no a las cosas locas que se le pasan por la cabeza, no a tomar una ducha y salir corriendo sin pensar demasiado en la "infidelidad" que podría llevar a cabo, Ana dice no a mentir, no al callar, no al dejarse llevar por las moléculas de su propia naturaleza libertina, rápida y brutal. Ana aveces quiere cambiar, otras quiere seguir igual, otras quiere ser peor, otras quiere ser mejor. Ana no sabe cuál es el norte y cuál es el sur.
Ana camina de un lado para otro y se dice "sí!", sí a pensar en ser infiel y serlo, sí a su juventud, sí a su libertinaje, sí a pensar mal sobre Alberto y quien sea que lo rodee en éste preciso instante, sí a cualquier cosa loca que pase en su cabeza, sí a ir a ducharse y salir corriendo para consumar su infidelidad, si total tendrá tintes de despedida, de alejamientos, será un dos por uno, por un lado se despide, en parte de ella misma, en la otra del individuo y la segunda pieza, es como siempre, ponerse el parche antes de la herida para por lo menos guardarse las piedras en el bolsillo, esas piedras que mantiene hasta que alguna vez sea el momento de lanzarlas para romper más vidrios.
Ana no sabe nada... no tiene nada claro, no sabe dónde queda arriba ni dónde queda abajo. Ana cree que es mejor dormir.
Ana, por primera vez no tiene idea de nada, y tampoco quiere saber.

Thursday, December 27, 2007


El amante favorito de Ana
En realidad no es su amante, la palabra le queda grande, el Amante favorito de Ana es Alberto, porque según ella él es el hombre al que ella "ama". Además el amante o la amante es a quien se le manifiesta amor. En fin, Ana tiene sus cosas fuera de su "relación" y de cuando en vez, cuando se siente sola, o enojada, o como sea, se sirve a otro, ese otro al que Ana se come a escondidas, muy a escondidas y a veces expressmente, se llama Tomás. Tomás, es quizás todo lo que ella quisiera pero se lo come en su lado más oscuro, como ella siente que se lo merece, clandestino, en secreto, publicándolo cuando ella quiere donde ella quiere.
Ana le jura de guata a Alberto, hasta en los momentos más tristes, dolorosos y emotivos que ella le es completamente fiel y que ningún Tomás o parecidos existen.
Ana miente, y la mentira es precisamente la amante favorita de Ana, porque es un arma que ella guarda en el lugar más preciado, para sacarla cuando ella estime conveniente, para utilizarla a modo de mofa silenciosa hacia Alberto, porque esas mentiras, esos revolcones son el puñal que lo herirán en lo más profundo de su virilidad, orgullo y dignidad. Y Ana lanzará la bomba o clavará el puñal, sólo cuando ella estime conveniente, porque sus mentiras y engaños son de absoluto control de ella.

Friday, December 07, 2007



Ana y los dedos del artista
Ana deambula por la vida, y en ese andar, es donde precisamente, de vez en cuando hay ocasiones memorables con respecto a gente. Ana quedó en algún momento interesada en los dedos de un artista, Ana había tenido alguna vez una especie de affaire con un artista, no tan artista. Ana olvida sus affaires, sólo se acuerda de ellos de vez en cuando. Lo que pasó ya fue, y no hay quien vuelva el tiempo atrás.
Hace algún tiempo Ana juró esperar a Alberto en alguno de sus viajes, y sin saber mucho se devolvió a su casa y se acostó, se puso a ver televisión y a leer, Ana siempre hace dos cosas juntas, optimiza el tiempo y muchas veces le cuesta quedarse dormida. Ana toma pastillas para dormir, para calmar el vacío que le carcome el alma.
Ana, súbitamente, se acordó de aquél artista, no le había visto hace mucho tiempo y pensó en ponerse de acuerdo con él, como Ana conoce a la gente, sabía que si contestaba era porque harían algo más que conversar. A Ana le gusta caminar rumbo a lo desconocido y caer en ese abismo, se suponía que esperaría a Alberto, le había dicho que le quería y que estaría esperándolo como siempre, pero Ana a partir de cierto momento ya no lo esperó más "como siempre". Antes de que todo colapsara, ella había perdido algo muy importante hacia el hombre que había escogido: el respeto. Había decidido comenzar a jugar otro juego, siempre que pudiera, total, nadie más que ella, tiene por qué saberlo.
Ana le abre las puertas al artista, no sabe a dónde se dirige pero tiene espectativas con respecto al encuentro, Ana se equivoca, sólo se queda con la satisfacción de haberle clavado el puñal en secreto a Alberto, porque así empezará a mentir, a omitir información, y eso es algo que ella jamás perdonaría. Ana no le hace a nadie lo que no quiere que le hagan a ella, pero sí le hace a Alberto lo que ella espera como mínimo de traición por parte de él, pues mal que mal, así se conocieron, traicionando.
Ana echa al artista de su lado, total ya sucedió lo que tenía que suceder, y su única satisfacción fue sacarse los balazos de encima y traicionar. Traición al fin y al cabo. Sólo eso importó. Ana se viste, se acuesta y se queda dormida, al día siguiente no habrá nada que una ducha no se lleve.
A los pocos días Ana estiró sus brazos en el cuello de Alberto y le siguó jurando que ella sólo era de él. Hasta hoy siempre que Ana le abraza se mira al espejo y sonrié, cual villana de teleserie pareciendo ser una buena mujer, la que nadie dice que no lo es.

Sunday, December 02, 2007

Ana, muchos cigarros, muchos cafés y preguntas que asustan
cuac!
Ana y Arotza se sientan en un café, Ana se fuma una cajetilla de cigarrillos y se bebe todo el café que puede, Ana le cuenta a Arotza que ha terminado su relación con Alberto. Arotza tiene una relación tortuosa con otro hombre y no se imagina dejándolo. Arotza le pregunta a Ana: "¿Y cómo lo lograste?" Ana le responde: "es que me cansé de estupideces", Arotza agrega: "es que yo no podría siquiera de broma, no me imagino quedándome sola, que después ya no haya nada". Ana la mira y le dice: "no es que todo se me olvide de hoy para mañana, pero el tiempo todo lo cura". Evidentemente Ana en ésta conversación omite la existencia de Anita, ella sabe perfectamente lo que ella ha hecho, pero no lo toma como algo propio, Ana terminó su relación con Alberto y eso es todo. Como Anita duerme, no puede hablar, además ella no habla cuando Ana está manejando la situación.
Arotza le pregunta a Ana: "¿y si Alberto fuese el amor de tu vida y lo dejas irse así simplemente?", Ana la queda mirando con sus grandes ojos verdes, un poco echados a perder por los llantos de Anita, y le responde: "Es que no puede ser que ese idiota sea el amor de mi vida, qué penoso sería!!".
Ana se queda pensando, y en efecto, para ella sería demasiado penoso, triste, desilucionante que Alberto sea el amor de su vida. Ana en realidad siempre ha estado esperando algo mejor, y está segura de que no es tarde en absoluto para conocer, algún día, ojalá no demasiado tarde, al amor de su vida, al que imagina completamente diferente de Alberto. La idea le ha dado vueltas todo el día, se repite constantemente "no puede ser... o sea, qué vida tan perra!"

Friday, November 30, 2007



Todo Sodomita necesita un masoquista
Ana capítulo M I



Ana tiene una relación con Alberto, ella no le toma el peso, pero Alberto sí. Para Ana todo es ligero, pero Alberto toma el peso. Ana viene de la libertad y camina rumbo a ella, Alberto arrastra fracasos consigo mismo, viene de una larga relación y sin darse un respiro siquiera, al contrario, se metió con Ana sin pensarlo mucho y ella con el, también sin darle muchas vueltas. Ana lo aceptó, pero nunca le ha tomado el peso, en realidad lo aceptó a medias, porque no lo acepta por completo, piensa que en cualquier momento lo podría dejar, porque sí o porque no, porque encontró a otro, porque le dio la regalada gana, ni ella sabe bien, pero está segura de poder dejarlo.
Alberto no sabe nada, sólo sabe de dónde viene y tiene miedo de seguir caminando al paso de Ana, de seguirla. Asegura que le gusta estar con ella, que lo pasa bien, que es rico o lindo, pero no sabe muy bien lo que siente y tampoco sabe a qué atenerse.
A decir verdad, Ana tampoco sabe mucho, conoce bien la desechabilidad de las cosas y las personas, sabe que en cualquier momento Alberto le podría jugar chueco, no espera nada más que traición y más traición, por eso no confía ni una pisca y lo ahoga con su desconfianza camuflada de cualquier otra cosa. Ana, aquí y ahora, quiere quedarse con él, pero en el fondo de su corazón tiene la certeza de que en algún momento, o sea mañana, le tendrá que dejar, por su propio bien.
Ana tiene dos personalidades. Alberto una. Ana ha tenido todas las libertades, Alberto siempre ha estado restringido, nunca ha tocado el cielo con las manos, ni tampoco ha creído hacerlo.
Ana lo ama y lo odia. Alberto quiere a Ana. Ana a veces quiere a Alberto, a veces siente cariño por él, otras veces no siente nada.
Hoy Ana y Alberto han discutido, han semi peleado por primera vez, digo semi peleado porque una pelea trae violencia física consigo, Ana no le tocó ni un pelo y Alberto muco menos a Ana. Ana le ha sacado en cara varias cosas, y Alberto sólo pudo agachar la cabeza y decirle que ella no entiende lo que es tener una relación larga, que no entiende lo que es tener hijos, y Ana, le ha respondido que ella por opción no quiere tener hijos, que a él jamás le ha pedido papeles, ni vestidos blancos, ni anillos de compromiso, ni mucho menos hijos, que nunca le ha pedido cosas complicadas, sólo lo básico en un entorno de libertad, donde no los una ni amarre nada.
Para Ana es importante pasar la noche con Alberto, el derepente quisiera irse de juerga con sus amigos menores buenos para tomar y carretear. Ana conoce de carretes, trasnochadas, noches en bandas, sexo express, cañas, alcohol en abundancia, y ya no tiene mucho interés en seguir en esa línea, más bien quiere una vida algo más tranquila y sedentaria. Alberto quiere vivir todo eso que Ana ya vivió porque él no ha tenido tiempo de hacerlo. Cuando la conoció se topó cara a cara con la oportunidad de liberarse de varias amarras, pero cuando Ana lo conoció a él se topó cara a cara con la idea de estar tranquila, y es precisamente eso por lo que ella ha luchado y luchado, hasta hoy que se cansó.
Repito, Ana tiene dos personalidades, Alberto una. Ana es la segunda mujer, y sabe que es así. Acostumbrada a ser siempre primera opción, en su trabajo y en su vida, se topa con la palabra "segunda" y a veces "tercera" en su relación con Alberto.
Hoy Alberto cansado del enojo de Ana le dijo que quería tomarse un tiempo en la relación, no terminarla, si no que simplemente hacerle un rayado de cancha a Ana, y ésta inmediatamente dijo que no, que las cosas son o no son, son blancas o negras, no plomas y que él debía elegir si se quedaba o se iba, que si seguían bien, que si no seguían su panorama era no verse más, no hablarse más, no saludarse más.
"Te quitaré hasta el saludo" le gritó Ana desde el balcón mientras Alberto juntaba un par de pilchas en el walking closet, cuando salió al líving, Ana le dijo "mira lo que hago con tu número telefónico" y lo borró delante de los ojos de Alberto, éste casi sin voz le dijo "para ti es así de simple", y así es para Ana. Pero no olvidemos que dentro de Ana también vive Anita. Ana le dijo "ya poh, en éstos cinco minutos que te quedan dime todo lo que tengas que decirme porque después de éstos minutos no tendrás otra oportunidad de hablarme más en la vida" y Alberto le responde que "cinco minutos no bastan, no me das otra opción", refiriendose a la opción ploma, que es lo que él quiere, pero que para Ana no existe.
Entonces, sale Anita, despierta con el odio de Ana y se comienza a desesperar dentro de ella.
Ana miró a Alberto mientras se fumaban un cigarrillo, lo miró con cara de odio y le dijo "tu sabes que entre el amor y el odio hay sólo un paso", y Alberto dijo "eso quiere decir que me odias", Ana le responde "Sí te odio! y debes saber que a mi es mejor tenerme de amiga que de enemiga, porque de enemiga y odiándote tengo también la opción de hacer tu vida algo insoportable, pero en éste momento me da flojera gastar energías en esa misión", entonces Alberto le respondió: "Si me haces la vida imposible, es que nunca realmente me amaste", a lo que ana agregó: "yo te odio ahora, y eso ya lo sabes".
Anita despierta con tanto ir y venir, se acerca a Alberto en la cocina y no puede evitar abrazarlo, él también la abraza a ella, quiere seguir aferrado a que va a tener su opción ploma, pero todavía Ana sigue siendo más fuerte y le insiste en que debe tomar la opción A o B, que no hay más, pero dentro de sí Anita sabe que hay opciones de todos los colores entre el negro y el blanco. Entonces Alberto toma su maleta pues se tiene que ir, y Ana le dice, que ésta será la última vez que se ven, que se hablan, que se miran, y que a partir de éste momento ella le quitará hasta el saludo, dejando todo ésto claro Ana siente que es lo que debe hacer y en un movimiento brusco y absurdo da paso para que Anita salga de su burbuja y se largue a llorar. Alberto se despide y le dice que no le ha dado más opciones, Ana convencida de que nunca más lo verá lo mira, por última vez según ella. Alberto se despide de Ana, a la que no conoce bien y no entiende ni entenderá nunca, porque no está al tanto de la existencia de dos mujeres dentro de la que ve casi todos los días.
Ana le deja ir y a lo que cierra la puerta Anita se pone a llorar como magdalena, noquea no sé con qué fuerzas a Ana y mientras Alberto sale del estacionamiento Anita toma las llaves y baja del décimo piso lo más rápido que puede, Alberto va saliendo del estacionamiento a la calle, a la esquina donde el semáforo todavía está en rojo, y Anita desesperada y fuera de sí, con Ana totalmente noqueada corre y corre hacia Alberto, a decirle que no se vaya de su vida, que se quede, y el semáforo cambia a verde y Alberto se acerca más y más a la esquina para virar a la derecha. Anita se quiere morir allí mismo porque está convencida de que Alberto se irá para siempre, todo por Ana, y como una niña pequeña que es abandonada por el padre corre y corre sin importarle que detrás de ella vienen varios autos, que lo tocan la bocina, que está haciendo algo irracional, en tanto, el semáforo cambia a rojo y Alberto se queda en la esquina, no alcanza a virar y Anita le toca con las uñas largas el vidrio, Alberto la mira con desconcierto y Anita se sube al auto para pedirle que se quede, y el le dice inmediatamente que sí, que no tiene por qué irse, que sólo necesita tiempo para si sin estar tanto y todos los días con ella. Anita aceptaría cualquier oferta con tal de no dejarle ir. Viene destrozada, no olvidemos, que Ana es fumadora, y a éstas alturas hasta el rendimiento respiratorio de Anita se ve damnificado en los cambios de personalidad. Anita quisiera decirle que ella no está sola en ésto, que también está Ana.
Ana le dijo al menos cinco veces hoy a Alberto que debió haberlo dejado hace mucho tiempo, que el sabe bien cuándo y cuántas veces, Alberto no respondió, por lo que se presume que el no está al tanto de ninguna cosa.
Ana ya lo dejó, Ana ya no tiene nada más con Alberto, y mientras Ana viva será así, Ana no perdona.
Alberto le hace cariño a Anita creyendo que es Ana y le repite que a el le gusta estar con ella, pero que necesita de su tiempo y de su espacio, ese que nunca ha tenido. Anita le dice que sí entiende; Anita es tan tonta, tan débil, tan chica, que cree entender cualquier cosa. En cambio Ana es tan grande, es tan fría, que entiende siempre sólo de sus dos opciones.
Anita salió de la casa sólo con las llaves, y Alberto le pasa dinero para que se vuelva en un taxi, se despiden, y Anita llega a la esquina, lo ve en el taxi y se sube, le dice que por lógica mejor lo acompaña donde él va y luego ella vuelve con el transporte público, Anita anda en polera y pronto se va a empezar a morir de frío porque va cayendo la noche y viene bajando de algún lado el viento.
Alberto le dice que ella siempre hace cosas que lo dejan perplejo, como ésta, primero mandarlo a la punta del cerro sin anestecia y luego correr a pedirle que se quede. No entiende nada, porque no sabe que Ana es Anita y vice versa.
Llegan al destino final, Anita y Alberto se despiden, Alberto cree despedirse de Ana, cree que es Ana quien le ha dado otra oportunidad, esa que el quería. Anita toma un taxi y se devuelve a casa, Anita cree irse "conforme", porque evidentemente ella es felíz con cualquier porquería que le de Alberto. Y entre temblor y temblor regresa Ana absolutamente emputecida con Anita, Ana ya terminó su relación con Alberto y sólo quiere estrangular a Anita. Ésta noche Anita no se salva, pero Ana y Anita no pueden vivir separadas, una sabe de la otra, y una sufre por la otra, siempre, en ésa secuencia.
Si ahora Ana y Anita no están de acuerdo con respecto a Alberto, y Ana odia a Alberto y Anita tomó el color plomo y todavía le quiere ¿cómo va a sobrevivir una dentro de la otra?
Ana cortó todo con Alberto, Anita no, al contrario.
Cuando Alberto vuelva y se tope con Ana, lo más probable es que le toque vivir con la indiferencia de ésta, pero Anita seguirá a su lado, cuando logre noquear o neutralizar a Ana.
Ana mañana agarrará sus pilchas y se irá, abandonará la casa de Alberto, porque ya lo arrancó de su vida, pero Anita se queda con las llaves.
Ahora si que la historia de los tres se terminó. Con Ana en desacuerdo, enojada y libre de nuevo, el panorama cambia radicalmente, y ésto es sólo el capítulo final del fin entre Ana, Anita y Alberto.

Thursday, November 22, 2007

Ana, a one night stand story


Ana, si te escapaste por un pelo de tu frustrado suicidio y tus planes para pasar a mejor vida, no te escaparás nunca de las lágrimas de cualquier tipo, menos de las de alegría. Te penará la tristeza y la desconfianza siempre, y por eso te arrojarás a aventuras desventuradas como la que te voy a recordar:
Ana llegaste ya pasada de copas a tu casa, y de la pura curiosidad mezclada con rabia y un sin fin de pensamientos abstractos, desconfianzas, abandonos, descuidos, y otros sours reconfirmaste tus planes de comerte a quien no te habías comido hace tiempo. No sé bien qué pasó por tu cabeza, pero saliste a paso rápido y largo con ropa de recambio en una cartera grande, te fuiste sin despedir y dejaste todo desordenado en tu habitación. Te importó un bledo la hora, sólo querías lograr tu objetivo. ¿Cuál era tu objetivo? Ni tu misma te acuerdas o alguna vez lo supiste.
Ana, te subiste al auto y hablaste banalidades, superficialidades, fumaste tus cigarrillos largos y aceptaste los cumplidos de éste viejo amigo tuyo, que se veía tan interesante, y te preguntaste por qué no eras capáz de conseguir a alguien como él como compañero de vida y aventuras, la respuesta es simple, la química no da para tanto, y sólo te gustan sus cualidades, pero no su escencia, por lo tanto jamás nunca te iba a despertar algún tipo de interés adicional. Ésta vez lo utilizabas, para sacarte cien balazos del cuerpo, para hacer en tu abandono un acto de rebeldía y de confirmación de tu emancipación en cada cosa que haces.
Se podría decir Ana, que te lo comiste con papitas fritas, a veces no pudiste evitar pensar en alguien más, pero luchaste para lograr el disfrute, y llegó, pero así como llegó, rápidamente se fue. Partiste a ducharte, para domir más relajada, ya era demasiado tarde para que vuelvas a tu casa, además nadie te vería salir ni escucharía tu voz, te pusiste un pijamas, te acordaste de un par de cosas que te hacen reír, pero a lo que te diste vuelta, lo más lejos posible de tu compañero y ya no pudiste evitar las lágrimas.
Ana, ese vacío siempre te perseguirá. Mientras no extirpes de tu alma a su propia alma, no lograrás sentir la nada misma, mientras el alma de tu alma siga vivo de alguna manera, siempre rodarán por tus mejillas lágrimas amargas de dolor, de dolor por algún tipo de traición, correcta o incorrecta, paranóica o fundamentada. Hagas lo que hagas, llorar es tu destino.
Ana, lloras porque sí y lloras porque no. Lloras porque duermes sola, lloras porque duermes acompañada, lloras porque duermes con él, lloras porque duermes sin él, lloras porque duermes con uno y con otro, lloras porque no duermes con nadie.

Monday, October 22, 2007

Ella y yo, yo y ella
No sé qué fue primero, si el huevo o la gallina, si llegó ella primero o llegué yo, no sé de quién es el primer recuerdo, y en realidad yo no me acuerdo bien de cuál fue exactamente mi primer recuerdo. Creo que soy yo jugando en la cocina de mi casa grande con un ganso de plástico que tenía unos anillos alrededor del cuello, y yo juego con una especie de espátula, que según yo era un cuchillo con el que iba a matar al ganso y después lo iba asar en la cocina, lo bueno de éste ganso era que no tenía plumas, porque era de plástico, obvio. ¿Por qué quería faenar al ganso? No sé, quizás alguna vez vi en algún lado cómo faenaban a algún ave y quedé con esa idea dando vueltas por la cabeza. La verdad es que una parte de mi se quiere morir de la risa por lo sorprendete que es, que una niña chica quiera faenar a un lindo ganso blanco, ¿por qué?
De allí en adelante tengo muchos recuerdos tristes, de esperas eternas a cambio de un momento de alegría, cosa que no ha variado a través de los años.
La cosa es que, a ella la he querido mantener más bien encerrada porque es un poco torpe y emotiva, y eso me molesta, es un obstáculo para mis pretenciones, y cuando ha metido la pata a fondo yo tengo que reponer los platos rotos en todo sentido. Ahora está sociabilizando un poco más, pero siempre llora escondida, y cuando llora yo tengo que pararla y decirle que no lloré más porque me quita energías, por lo general yo contengo su llanto, mal que mal la que se ve mal con los ojos hinchados y rojos después soy yo.
Me gustaría que se vaya, y que yo sea 100% fuerte. Estamos juntas, pero no quiero que estemos revueltas.

Saturday, October 20, 2007



The secret is that I am every single one.

Monday, October 15, 2007

Vino & Chocolate




Ana guarda en el refrigerador chocolate y una botella de Chardonnay. Le gusta el chocolate y los vinos blancos. No se come nunca el chocolate y tampoco abre la botella de Chardonnay. También guarda en su cabeza la escena en que se comerá el chocolate y se beberá la botella de vino.


Ana ama la vida, pero al mismo tiempo esconde un oscuro secreto, la odia. Ana es una flor que se marchita con el paso de los días, pero que renace con un poquito de agua.


Ana tiene sueño, mucho sueño, y le gustaría dormir muchos días, quizás para siempre. Para no sentir dolor, para no sentir nada. Nadie entiende, nadie tiene la culpa. Ana ve las cosas, como quien ve el vaso medio vacío, ¿y qué? si NO puede verlo medio lleno. Rezar, ni hacer obras sociales ayuda; ser optimista es una habilidad imposible para ella, y pensar en "mañana" la desarma.
Cuando Ana abra la botella de Chardonnay, se la beberá en la tina, a modo de baño caliente, de fondo se escuchará a Madamme Butterfly o alguna otra ópera, sugerencia: La Mamma morta interpretada por María Callas, con cada sorbo tragará una pastilla para descansar más relajadamente, las intercalará con trozos de chocolate, y cuando éste se haya acabado lo más probable es que romperá la copa de vino en varios pedazos y con esos finos vidrios se rasgará las venas, su sangre fluirá en el agua, quizás le pique un poco la piel por la herida que se abre y el jabón de la tina, poco a poco Ana no sabrá nada de nada. Y al fin develará el misterio que separa el dolor de vivir con el miedo a morir.


Como dijo Carlos Gardel: "Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también"





E l'angelo si accosta, bacia,
e vi bacia la morte!
Corpo di moribonda e il corpo mio.
Prendilo dunque.
Io son gia morta cosa!
(Extracto de "La Mamma morta")



-Ana, es un personaje de uno de mis "inéditos" cuentos no terminados
y que nunca se terminarán;
quise publicar la escena en que se imagina su inminente suicidio,
por que yo opino, que para suicidarse también hay que tener clase y estilo,
y a Ana no le queda otra que autoeliminarse
como a mi se me vaya ocurriendo -