Hace algún tiempo, que parece más lejano que cercano, Ana llega al aeropuerto de Barajas, llega temprano y empieza a fumar un cigarro, nerviosa, le tiemblan las piernas y siente frío, mira con ansiedad su reloj una y otra vez, chequea la llegada del vuelo que espera en la pantalla, está atrasado en veinte minutos, sale y vuelve a fumar otro cigarrillo. Vuelve cuando la pantalla desplega un "arribado" y el minuto del reencuentro se acerca. Éste será un reencuentro decidor, con toques de definitivo, de acuerdo a lo que hoy en día se considera "definitivo", y Ana prepara la espalda para cargar con un equipaje que no es de ella, que no le corresponde, y en ese preciso momento Ana tiene una de las millones de oportunidades que tuvo, tiene y tendrá de HUIR.
Hoy, también hay frío, y Ana se reinventa ese momento en su imaginación, en que pudo haber salido corriendo del aeropuerto sin haberse visto las caras con Alberto. Momento en el que pudo haber logrado huir definitivamente, quizás, del lado de Alberto, que no sabe si le ama, si sólo le gusta follar con él, si sólo le cae bien, o incluso si siente lástima por él, o quizás una mezcla de todo ésto y muchísimas cosas y arquetipos más .
Hoy, también hay frío, y Ana se reinventa ese momento en su imaginación, en que pudo haber salido corriendo del aeropuerto sin haberse visto las caras con Alberto. Momento en el que pudo haber logrado huir definitivamente, quizás, del lado de Alberto, que no sabe si le ama, si sólo le gusta follar con él, si sólo le cae bien, o incluso si siente lástima por él, o quizás una mezcla de todo ésto y muchísimas cosas y arquetipos más .
Hoy Ana abre el clóset y ve todo el equipaje que debe cargar incluyendo a Alberto como una maleta más, y duda... duda de todo, pero al final del túnel SÍ ve una esperanza: mientras ella pueda huir, y no tomar como equipaje (de ella) más de lo que puede cargar, todo está bien, total siempre, todos los días, cuando ella quiera, puede siempre decidir HUIR y ejecutar su HUIDA.
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