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Sunday, March 09, 2008





Ana y "me cago en el matrimonio"


De que Ana es mala sin conciencia alguna, algunas veces, lo es. Quizás y hasta derepente se le pase la mano, pero perdió la capacidad de asombro siendo muy chica y nació con los ojos abiertos a la maldad inherente del ser humano común y corriente.
Ana y su insatisfacción por haberse quedado encerrada toda la semana. Desde hace varios días Ana supo que Tomás se había casado, pero el descarado no le dijo ni chú ni múh. Ana tuvo el deseo de verlo, de dejarse llevar y listo, sólo por diversión, pero como no pudo salir, nada pasó.
Hoy Ana piensa que Tomás es muy guapo sin lugar a dudas, es muy bueno, y es muy divertido en su lado B. Es una tentación para cualquiera que aprecie lo que es bueno. No le conoce demasiado como persona, sólo como instrumento de placer, Ana recuerda un par de conversaciones de "amigos" con Tomás, las que no han de ser largas porque para ella es inevitable pararse frente a él sin bajarle los pantalones, y él no puede evitar estirar las manos.
Desde que Tomás se casó Ana no le ha visto, por motivos de horario más que nada, no porque no le tenga ganas. Ana mira las fotos de la boda de Tomás y los proyectos de Tomás... sin menospreciarlos, Ana estalla en una carcajada maléfica y grita "me cago en el matrimonio". La novia es fea de cara, obvio que le iba a encontrar alguna falla, "debe tener buena pega y venir de una familia medio acaudalada" o Tomás es muy imbécil en la vida real. Ana se contenta con saber que anda en cosas cochinas y secretas con él, que en algún otro momento saltará la liebre. Ana le agradece a Tomás por calmarla cuando ella necesita sentirse mejor.
Tomás es la clase de amante que no es amante, sino que una cana al aire de vez en cuando. No es amante, porque no es objeto del amor u enamoramiento de Ana. Ana sabe de "amantes". Tomás es más bien un pecadillo que hace las veces de parche frente a heridas reales o imaginarias. Ana jamás delataría a Tomás, porque le tiene cariño, y aunque se muera de la risa de la pobre boba que cree tener un marido ejemplar, Ana siente pena por ella por creer que el mundo es perfecto, pero a la vez siente envidia de su tranquilidad y la confianza que le entrega a éste hombre que oculta a un infiel crónico.
Ana ve las fotografías y le será siempre fiel a Tomás, en el sentido de que jamás cometería una torpeza o indiscresión que pudiese arruinar o tocar siquiera su vida real y personal. Ana guardará para siempre a Tomás dentro de sus propios recuerdos, para no ofender ni hacer suspicáz a Alberto. Tomás será el eterno secreto de Ana. Porque mal que mal, cuando Tomás se aplica siempre funciona, ambos están en la posición en que tienen que funcionar si se juntan y no hay espacios para errores, también se escuchan y se aconsejan mutuamente. No hay dramas ni otras latas.
Ana se levanta medio mareada y repite "me cago en el matrimonio", anoche se le pasó la mano con el trago y hoy sufre las consecuencias. Ana se siente conforme con su secreto, sentimientos y hasta echa de menos a Alberto.

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