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Sunday, November 26, 2006




La verdad sobre Jenifer

Seguramente llovía cuando llegaste en un canastito frente a mi puerta, inquieta, llorando, con hambre, tus gritos y tus ojos sólo pedían un par de cosas: tómame, fórmame, dame un hogar. No lo pensé dos veces y te tomé en mis brazos, no me importo mucho de dónde provenías ni que malas costumbres podrías haber traído en tu mapa genético. Pensé que serías una buena aliada, compañía, motivo de más alegrías que de tristezas. Te eduqué. No me importó que tu interior fuese tan salvaje, incontrolable, loco, apasionado, imprudente. Intenté por todos los medios de suavizar esas actitudes tuyas a fin de que las utilizases sólo cuando fuera necesario. A veces lo logré, otras te me has escapado de las manos, lejos, he corrido detrás tuyo pero no he podido alcanzarte. Entonces, enojada, me he quedado en el líving de la casa esperándote para darte unos coscachos, enseñarte a golpes que no debes ser así. De dónde saliste así es un misterio, qué genes transportarás para que te comportes de tal manera.
Te lo he dado todo, te he dejado hacer todo. Nunca te he tenido prisionera, al contrario, he luchado para que seas libre, me he postergado para darte preferencia porque eres la niña de mis ojos, mi escencia, mi espíritu.
Esta vez llegaste demasiado lejos. Realmente no te soporto, quisiera que regreses exactamente al lugar de donde saliste, que dejes de traicionarme, que te comportes como mi hija. Te dije esta vez que te necesitaba, que debías ser eficiente, que debías reflejar todo lo que te he enseñado para ciertas circunstancias. Te he vestido, educado, enseñado modales, enseñado a hablar un par de idiomas, a mantener la compostura, la frialdad, la serenidad, a mentir sin que se te caiga la cara, a caminar, a luchar contra tus malditos impulsos. Te he enseñado a ser una ramera disfrazada de señorita, para que me seas de ayuda, no el puñal que ataca por la espalda. Te repetí el plan una y mil veces, me diste tu palabra de que así lo ejecutarías, me juraste de rodillas que todo saldría bien, que no te dejarías llevar por ese maldito espíritu demoniaco que te posee. ¿Y qué hiciste? TODO LO CONTRARIO. Me apuñalaste por la espalda, me traicionaste, te traicionaste. Nos traicionaste a todas que tanto te hemos querido, apoyado y que tanto te hemos dado. Has dejado sólo vasos rotos en vez de copas llenas. Un desastre tras otro. Me has enfadado tanto, me ha dolido tanto tu traición, Jen.
¿Y ahora qué voy a hacer? Si ya no te puedo controlar y dejas la crema por donde quiera que vas. No me queda otra opción más que intentar asesinarte, pero cómo lo voy a hacer, si de pronto eres más grande que yo misma, y aunque te mate, sería mi propia muerte. Vagaría sola, triste y desolada por los pasillos extrañándote tanto. Me quedaría sin corazón, sin alma, sin escencia, sin nada.
Me has arruinado Jen, no debí haberte recogido, debí haberte dejado en el frío, muriéndote de hambre.
¿Cómo sería mi vida sin ti?

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