La libertad que te regalé
Una vez, hace ya varias lunas, llegaste arrastrándote a los pies de mi cama gritando "¡Enséñame a ser libre! ¡Contágiame tu libertad, que yo quiero probarla! ¡Compártela conmigo!" y gritaste, y te arrastraste hasta que yo sentí lástima por ti y sentí que debía, de alguna manera, por solidaridad, enseñarte a ser l i b r e . Cosas tan comunes y corrientes como tener espacio psicológico tangible, disfrutar lo que corresponde a tu edad, tener independencia económica, una tarjeta visa y redcompra para ti. Te mostré el camino con paciencia y cariño, cuando sentiste miedo te tomé de la mano fuertemente y te traje de vuelta al camino, cuando lloraste porque sentías miedo siempre estuve a tu lado para enseñarte que ser l i b r e no es para asustarse. Te hice cátedras acerca del hecho que la vida ya no es tradicional, que no es como hace cien años atrás cuando la gente tenía una baja esperanza de vida, que todo está bien, que puede ser también así. Me pediste, en más de alguna ocasión, cuando no tuve más paciencia, que no te dejara, que no te quite la luz de éste camino tan desconocido y AÑORADO para ti. E imbécilmente, yo obtuve, como pude, paciencia de vuelta para soportarte y no dejarte colgando solo, a costa de mi propio cansancio. Cuántas veces quise cachetearte hasta dejarte la cara roja y anestesiada con mi rabia. Pero nunca te toqué un pelo. Busqué formas silenciosas de canalizar mi rabia.
Después de tanto pasarlo mal y odiarte, y amarte, y odiarte, y amarte, y odiarte... se agotó el amor, se agotó el odio, y ha nacido en mi la indiferencia. El amor, es sólo de los labios hacia afuera, y seguramente tu prefieres callar, dudar, seguir teniendo miedo y quejarte de mi indiferencia. Ve y quéjate todo lo que quieras.
Al fin hoy, tienes tu espacio psicológico tangible, te instalé hasta el internet, porque sino no atinas a conectar todos los cables donde tienen que ir, te ayudé a hacer tu cama y arrastré tus bolsas del supermercado, te enseñé que las horas de apertura de los bancos acá son a las 9 am en punto, y que tenías que ir a buscar tus famosas tarjetas, esas que llevan tu nombre y tienen cupo para ti. Te dejé tranquilo y te mandé a cenar, y la pregunta-afirmación que recibo en pago es: "¿Te importa si te llevo a tu casa y te dejo allí?" o sea, "te voy a llevar a tu casa y yo después que termine mis asuntos me voy a la mía". No me importa, porque ya no me importas como me importabas antes, todo es sólo por simple buena onda, hasta que dure la buena onda. Total... ya da lo mismo. Creo que olvidé enseñarte a decir "gracias", pero ya no me interesa enseñarte más cosas y menos hacerte un curso de Manual de Carreño express siquiera.
Cría cuervos, que te sacarán los ojos.
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