He pensado todo el día en ti, más que en él, mucho más, has sido hoy mi sombra, cuando el sol me pegaba en la mañana y yo me sentía fermentar, duranté el café reponedor, luego durante las copuchas de la tarde traté de pensar en algo más, pero sin embargo seguías allí, en la ducha, en mi camino a casa, en el supermercado, cuando limpiaba mi habitación. No entendía cómo hasta ahora no te habías dado cuenta del mensaje que te había enviado. Entre Nosotras, existe siempre una comunicación elocuente sin necesidad de palabras, los hombres no lo pueden entender, pero nosotras SÍ, es por eso que somos amigas y enemigas, y por eso éstas guerras y peleas entre nosotras son tan devastadoras. Quería conectarme a ti, saber si habías entendido lo que te quise decir, de qué manera, o si habías sido demasiado estúpida como para no entender un mensaje tan locuáz, quizás necesitarías palabras de verdad, un recado más conciso, pero no, no podía ser, nosotras siempre nos entendemos, las posibilidades de error son mínimas, y menos en nuestro caso, donde compartimos tantas cosas sin desearlo, sin haberlo imaginado antes. Sin habernos visto frente a frente sabemos mucho una de la otra.

Y fue por eso, que tu, antes que yo, materializaste el mensaje, sin dejarme muy claro que fué lo que me quisiste decir; a veces, las palabras mal tildadas, con comas y puntos faltantes le quitan espíritu al mensaje, y las ideas mal expresadas dejan una sensación de vacío. ¿Con qué se supone que yo debo ser feliz? ¿Somos amigas ahora, o qué? ¿Qué es tuyo? ¿Hablamos de una cosa, de una mascota o de una persona? Te había esperado todo el día por una señal de vida, a la que inmediatamente respondí, explicándote cosas que tu personalidad no te permite entender, las personas no son de propiedad de nadie y uno si las ama, debe amarlas y aceptarlas partiendo de la idea más escencial: son personas, no cosas. Las personas no se poseen, se respetan, se aman, se aceptan. No es lo mismo que una cosa. Eso de ser amigas, no sé si sea muy viable, pero de todas maneras gracias por no haberme agredido con otro calificativo. Y con respecto al hecho de ser feliz, eso no lo sabemos, ni tu, ni yo, ni él, ni los demás.

Si aceptas mi invitación, no tenemos que pelearnos, ni alzarnos la voz, ni echarnos las manos encima. Pero sí, debe ser un secreto entre tu y yo.