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Tuesday, April 10, 2007



Hoy, le daba una leídita a la Revista YA de el Mercurio, y me encontré con la siguiente columna que he reproducido textual en éste blog . Al principio, me gustó mucho el cuento de las dos ranitas y cómo describe las similitudes y diferencias de la pena y la rabia. Luego sentí empatía con el párrafo sobre la pérdida de un ser querido, y finalmente recordé lo que se siente tener rabia por el tiempo perdido y el susto de quedarse sola, pero como le decía a mi mejor amiguis por e-mail hoy: "solas, pero dignas", ahora las rabias llevan otros nombres.



¿Sentimientos equivalentes?

Por Paula Serrano*

Un cuento antiguo dice: Dos ranitas amigas se van a bañar al río. Una se llamaba Pena y la otra se llamaba Rabia. Contentas estaban las ranitas en el agua hasta que la Rabia, que siempre está inquieta y apurada, dice que tiene que volar a otro lugar y deja a su amiga bañándose lentamente en las aguas quietas del río. Al salir, impulsiva como siempre, la Rabia confunde sus ropas con las de su amiga y se viste con ellas. Unas horas después, la Pena decide partir y al ver que sus ropas no están, se viste con las de su amiga con la esperanza de encontrarse pronto con ella y recuperar sus prendas. Pero por razones de la vida, no vuelven a encontrarse y cada cual se habitúa después a usar ropas ajenas.

La lección es que la pena y la rabia se confunden con frecuencia. Es importante tener esto en cuenta. Los duelos más duros y las penas más irremediables están cargados de rabia, sólo que a quienes lo viven les cuesta reconocerlo.

La rabia es un sentimiento poco feliz en nuestra cultura. Nos criaron para tenerle miedo a la rabia, como si sentirla fuera la antesala de la violencia. Y no es así. La rabia es un sentimiento sano que hay que reconocer y vivir porque su represión es precursora de la depresión.

En rigor, la depresión no es otra cosa que rabia volcada contra nosotros mismos porque no podemos, no nos atrevemos, a tirarla contra otro. Es más seguro dañarse que dañar. Pero eso es sólo una ilusión. Tanta rabia acumulada y silenciada es nefasta para que el propósito de vivir y de gozar la vida, de ser productivo y encontrar sentido, sean posible.

Esto es especialmente así en las pérdidas y los duelos. El peor duelo imaginable es la pérdida de un hijo. Quien lo vive, tiene rabia intensa. Contra Dios que lo somete a este calvario, contra los demás porque siguen vivos, contra quienes parecen olvidar la tragedia. ¿Cómo aceptar que en medio de tanta pena pueda haber tanta rabia? A veces ayuda sentir la rabia porque entonces la pena es menos grande y es más pura.

Lo mismo pasa en los abandonos amorosos. Duele la piel de tanta nostalgia. Y entonces, para no sentir la rabia, se idealiza al personaje que nos abandonó para justificar tanta pena. Pero si damos paso a la rabia, sucede que no éramos ni tan felices, que estamos furiosas por todo el tiempo que perdimos, que estamos asustadas de quedarnos solas, que estamos envidiosas de las que siguen emparejadas. Si nos atrevemos a sentirlo todo, lo banal, lo profundo, lo puro y lo impuro, el duelo se simplifica y muchas veces dura menos y hace menos daño.

La vida es mucha pérdida. De las grandes y de las chicas. No olvidemos el cuento infantil. La rabia y la pena están vestidas una de la otra y no es fácil reconocerlas. Pero vale la pena intentarlo.


* Paula Serrano es Psicóloga chilena con especialidad en Psicología Clínica y Comunicaciones. Ha realizado asesorías comunicacionales y capacitado a voceros de diversas instituciones, como el gobierno, Tirón y asociados, TVN, Copec, entre otros.
Junto con su desempeño como columnistas en distintos medios de comunicación (revista El Sábado, Ya y radio Duna), mantiene su consulta privada.

Link Revista Ya de El Mercurio, edición de hoy Martes 10 de Abril de 2007: http://diario.elmercurio.com/2007/04/10/ya/_portada/index.htm


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