Se estima que al año nacen unos 130 mil millones de niños y diariamente mueren 148 mil personas en el mundo. El 99,9% de las veces, somos ajenos a estos nacimientos y muertes. De estas cifras, el número de nacimientos que podamos llegar a desear, es ínfimo, los nacimientos son ajenos a nuestras vida, porque serán hijos de gente que no conocemos, y en cuanto a las muertes, también son pocas las que deseamos, y de los que mueren, son pocos a los que conocemos.
La muerte toca a nuestras puertas de diferentes maneras, a veces esta se lleva a nuestros familiares y amigos más queridos, la mayoría de las veces se lleva gente anónima para nuestros ojos y corazones, como lo había expuesto antes.
En lo personal, la Muerte me acecha, a veces de muy cerca, otras veces se aleja, pero es una enemiga latente, impredecible. En tan sólo 3 semanas se llevó a 3 rostros conocidos y me hizo replantearme con más fuerza la idea de cómo quiero vivir, qué es lo que quiero vivir, donde no quiero vivir, etc, y sí... debo reconocerlo, en ese minuto quería seguir viviendo.
Un día que parecía iba a ser como cualquiera, la Muerte pasó al lado mio, impredecible como siempre, se llevó a alguien que era joven y feliz, implacable lo tomó en sus brazos y se lo llevó con ella, nadie sabe a dónde, misteriosa lo tomó en el minuto menos pensado y nos dejó a todos con la boca abierta, y destruyó el corazón de una familia. Impertinente es la Muerte. Cuando uno la llama no llega, y cuando uno menos la espera, ataca por la espalda. Acarrea incertidumbre y pone caras largas, lágrimas, impotencia, infelicidad. Destruye o fortalece a la gente. Gatilla enfermedades o los deja de pie, pero diferentes.
Otro día cercano a este, nuevamente atacó la Muerte, y se llevó a un hombre de esfuerzo, que pese a cualquier cosa que jugase en su contra enfrentaba el día a día con alegría, entrega y optimismo. Nunca se le vio enfermo, al contrario, parecía una persona sana y feliz, desde acá afuera. Otra vez más nos sorprende esta enemiga íntima. En un momento de alegrías, de entusiasmo, cuando tenía la intención de regresar a casa, ataca la Muerte con la forma de un horrible y poderoso dolor de cabeza, dejando consigo una estela de sorpresa. Otra vez pasó y dejó a más gente choqueada, a unos los hizo aún más infelices y a otros los dejó viendo el mundo desde otra perspectiva.
Otro día, me entero por e-mail que una joven madre, recién egresada de la universidad y de poca experiencia fue sorprendida por la Muerte en una de sus escasas salidas. Su juventud se había visto de cierta manera cortada con un embarazo adolescente hace ya varios años, sin embargo con la cabeza en alto le dio vida a ese niño y se esforzó por estudiar, trabajar y salir de su casa. Así de ingrata pasó la Muerte en la calle, de noche y de un impacto dejó a un niño huérfano y unos padres destrozados.
¿Para qué tanto esfuerzo si en el minuto menos pensado atacará la Muerte y nada de lo que hayamos hecho servirá para que tenga siquiera un poco de compasión? ¿Por qué no mira a quienes la llaman a gritos desde la invalidez de la infelicidad?
Dime Muerte, ¿Qué entiendes tu por justicia y amistad? Cuando hemos sido amigas me has dejado acalambrada pudriéndome en la infelicidad y angustia de mi cama, has preferido contemplar mi miseria a que terminar con ella. Y cuando alguien no es amigo tuyo, por más joven o feliz que sea, no tienes deferencia alguna y te los llevas, no te importa que merezcan vivir, tener una familia, una vejez o alegrías futuras. No te importa nada, eres implacable y te acuso de injusta. Hoy no te llamo, aunque no te niego que desde cierto punto de vista me harías un favor. No sé si el día en que me lleves te daré las gracias o te maldeciré por quitarme mi mejor momento.
La muerte toca a nuestras puertas de diferentes maneras, a veces esta se lleva a nuestros familiares y amigos más queridos, la mayoría de las veces se lleva gente anónima para nuestros ojos y corazones, como lo había expuesto antes.
En lo personal, la Muerte me acecha, a veces de muy cerca, otras veces se aleja, pero es una enemiga latente, impredecible. En tan sólo 3 semanas se llevó a 3 rostros conocidos y me hizo replantearme con más fuerza la idea de cómo quiero vivir, qué es lo que quiero vivir, donde no quiero vivir, etc, y sí... debo reconocerlo, en ese minuto quería seguir viviendo.
Un día que parecía iba a ser como cualquiera, la Muerte pasó al lado mio, impredecible como siempre, se llevó a alguien que era joven y feliz, implacable lo tomó en sus brazos y se lo llevó con ella, nadie sabe a dónde, misteriosa lo tomó en el minuto menos pensado y nos dejó a todos con la boca abierta, y destruyó el corazón de una familia. Impertinente es la Muerte. Cuando uno la llama no llega, y cuando uno menos la espera, ataca por la espalda. Acarrea incertidumbre y pone caras largas, lágrimas, impotencia, infelicidad. Destruye o fortalece a la gente. Gatilla enfermedades o los deja de pie, pero diferentes.
Otro día cercano a este, nuevamente atacó la Muerte, y se llevó a un hombre de esfuerzo, que pese a cualquier cosa que jugase en su contra enfrentaba el día a día con alegría, entrega y optimismo. Nunca se le vio enfermo, al contrario, parecía una persona sana y feliz, desde acá afuera. Otra vez más nos sorprende esta enemiga íntima. En un momento de alegrías, de entusiasmo, cuando tenía la intención de regresar a casa, ataca la Muerte con la forma de un horrible y poderoso dolor de cabeza, dejando consigo una estela de sorpresa. Otra vez pasó y dejó a más gente choqueada, a unos los hizo aún más infelices y a otros los dejó viendo el mundo desde otra perspectiva.
Otro día, me entero por e-mail que una joven madre, recién egresada de la universidad y de poca experiencia fue sorprendida por la Muerte en una de sus escasas salidas. Su juventud se había visto de cierta manera cortada con un embarazo adolescente hace ya varios años, sin embargo con la cabeza en alto le dio vida a ese niño y se esforzó por estudiar, trabajar y salir de su casa. Así de ingrata pasó la Muerte en la calle, de noche y de un impacto dejó a un niño huérfano y unos padres destrozados.
¿Para qué tanto esfuerzo si en el minuto menos pensado atacará la Muerte y nada de lo que hayamos hecho servirá para que tenga siquiera un poco de compasión? ¿Por qué no mira a quienes la llaman a gritos desde la invalidez de la infelicidad?
Dime Muerte, ¿Qué entiendes tu por justicia y amistad? Cuando hemos sido amigas me has dejado acalambrada pudriéndome en la infelicidad y angustia de mi cama, has preferido contemplar mi miseria a que terminar con ella. Y cuando alguien no es amigo tuyo, por más joven o feliz que sea, no tienes deferencia alguna y te los llevas, no te importa que merezcan vivir, tener una familia, una vejez o alegrías futuras. No te importa nada, eres implacable y te acuso de injusta. Hoy no te llamo, aunque no te niego que desde cierto punto de vista me harías un favor. No sé si el día en que me lleves te daré las gracias o te maldeciré por quitarme mi mejor momento.
