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Tuesday, December 09, 2008


Veo un par de autos pasar, la televisión está prendida y yo no le presto mucha atención, la noche ya ha caído en la ciudad, yo, al fin, sola y desnuda en mi hogar. Hay tanto espacio vacío... y miro al cielo sucio, y me digo a mi misma: NECESITO UN AMANTE!

Monday, December 08, 2008

En la justa medida

Ana también tiene días felices. Es irreconocible algunas veces. Hasta para mí que la observo con detención y desde cerca, es una extraña. Ana es feliz con poco, pero mucho a la vez.
Ana toma rumbo de la mano de Alberto a un casino de juegos, vienen ya un poco bebidos, Ana piensa para sí, que sólo se va a deshacer de un billete de cincuenta dólares que le queda en la billetera, porque en ese momento considera, con cierta duda, que tiene suerte en el amor, por lo tanto, como dice el popular refrán, tiene mala suerte en el juego. Ana procede a cambiar el billete en otros de menor valor y a jugar y jugar, hasta que ya no se convence de nada, porque odia perder. De pronto, se acerca a una mesa, una rueda gira y sin darse cuenta, y con el cigarro en la mano, de pronto, la cantidad apostada se multiplica en cuarenta. Viene Alberto y le da un beso en la mejilla. Ana piensa para sí, que en realidad no es tanta la suerte que tiene en el amor, por ende, todavía puede tener suerte en el juego, y si toma en cuenta que las fichas no eran de ella, sino que de Alberto, entonces, ambos no tienen tanta suerte en el amor y por ende, todavía queda espacio para tener suerte en el juego. Claro, cómo no, si Alberto viene de un matrimonio destruído, y Ana de la soltería salvaje, ha reciclado un hombre, del cual sólo le molesta lo que arrastra, y el se ha adjudicado una mujer que cada vez que él le da la espalda, se encama con otro.
Ana a su modo, lo ama profundamente, tal y como ella entiende lo que es "amar".